Sophie Hannah ultima la primera secuela autorizada del Poirot de Agatha Christie
De Sophie Hannah (Manchester, 1971), escritora
elegida por los herederos de Agatha Christie para realizar la primera secuela
autorizada del detective Hércules Poirot, no hay que fiarse: tiene esa cara
redonda, los ojitos un poco achinados tras las gafitas de pasta y el pelo
rizado algo revuelto, todo aquello que podría responder a la bonachona y
clásica matrona inglesa que te ofrece una buena porción de su tarta de manzana;
pero mientras lo hace, te puede soltar: “¿Quién no ha tenido un novio con algún
episodio oscuro que no hemos podido indagar nunca?; o cuando, tras 20 años de
aguantar al marido, te preguntas: '¿Por qué narices mira esa serie que no le
pega o se ordena la ropa ahora así?”. Las dudas las plantea en Barcelona, en el
marco del encuentro BCNegra, que ha visitado con su nueva obra, La cuna vacía
(Duomo), enésima demostración de la exitosa (28 idiomas; ventas millonarias) y
particular rama de la novela negra que practica, la “paranoia unisex”, como
ella con humor la define. Thriller psicológico puro, vamos.
“Todos tenemos un punto inquietante”, asegura
Hannah, quizá para justificar que ella solo actualiza un género que ya está en
la novela clásica. “Hay poco protagonista literario que no esté afectado
emocionalmente, insatisfecho, que no se sienta amenazado por algo interior; ahí
están Cumbres borrascosas, Jane Eyre... Una novela negra pretende resolver un
crimen o una circunstancia y para ello se intenta encontrar las claves de un
proceso interior; toda mi obra busca eso”.
Juega la autora con el terror intrínseco de lo
psicológico, que es interior, personal, intransferible y al que puede
aplicársele la teoría de Alien, el octavo pasajero: da más miedo porque el
monstruo casi nunca se ve en pantalla. “Fliss no sabe quién es el asesino y,
sobre todo, de dónde viene y hacia dónde va, ni por qué”, cita la autora
refiriéndose a la protagonista de La cuna vacía, una productora que realiza un
documental sobre unas madres acusadas de la muerte de sus hijos. “No todos los
que hacen cosas malas es por su naturaleza insana; muchas lo hacen por un dolor
interno profundo”. ¿Se intuye comprensión por los criminales? “Más que
perdonarlos, intento comprenderlos; en mis primeras novelas, No es mi hija o
Matar de amor, los malos lo eran de principio a fin; a partir de La mala madre,
aunque no de manera consciente, intenté ya explicarme por qué los cometen;
igual en sus circunstancias, yo hubiera hecho lo mismo”. Lo vio más claro
cuando visitó diversas veces una cárcel inglesa. “Hablé con asesinos y, en
algunos casos, pensé que sólo habían tenido peor suerte que yo cuando niños”.
En las novelas de Hannah nadie es lo que
parece: un bebé no es de su madre (No es mi hija); un amante acaba no siendo
quien aseguró ser (Mala madre), las asesinas de sus hijas igual no lo son (Cuna
vacía)… “Es mi gran obsesión; nadie es nunca quien parece ser: para mí, ese es
el principal peligro en la vida; ¿Ha seguido el caso de la norteamericana Amanda
Knox, condenada por un supuesto asesinato en Perugia en 2009? Ha sido un gran
embrollo judicial, no está claro el crimen pero estoy convencida de que fue
declarada culpable porque ella es rara, contestó y se comportó durante el
juicio de manera anómala al patrón general; pero nadie sabe si es así siempre”.
La maternidad también parecería otro de sus leitmotiv. “Sí, están en tres de
mis libros, pero no así en los otros seis; el verdadero denominador común de mi
obra son las problemáticas relaciones que se dan en la familia; tengo amigos
psicólogos y todos coinciden: el 99% de las miserias de sus pacientes tienen su
origen en un trauma familiar; sí, la familia puede verse como un peligro”.
La pareja de los inspectores formada por
Charlie Zailer y Simon Waterhouse son las criaturas que hacen de nexo de la
mayoría de novelas negras de Hannah, pero curiosamente no son las voces
narradoras, que suelen llevar mujeres. “Las llamo heroínas y se integran con mi
pareja de detectives, con lo que siempre mis novelas tienen tres protagonistas;
sé que es casi un lujo y no es usual en el género, pero deseo indagar en el
interior de una vida sacudida por un crimen; me interesa tanto o quizá un poco
menos, la investigación como las consecuencias”.
Hannah es fruto también de unas circunstancias
familiares, con un padre que fue profesor emérito de la Universidad de
Manchester y uno de los grandes expertos en Marx, Norman Geras, y una madre,
Adèle, reputada autora de narrativa infantil. Jugaba poco y solía quedarse en
casa rodeada de libros. Nadie lo diría al leer sus novelas pero es una poeta de
cierto nombre, con siete libros editados… Y, sí, hay concomitancias entre
géneros: “Mi poesía es métrica, con rimas, una estructura que también se da en
mis novelas, para mí el equilibrio es básico; y la temática también es
compartida: está la gente y el comportamiento extraño, el daño, el amor y el
odio, los celos… ¿Sabe la única diferencia? Mi poesía tiene humor y en mis
novelas negras me veo incapaz de introducirlo”. Sobre Marx se intuye rechazo
total, versión tardía del freudiano matar al padre: “a los 10 años ya casi lo
sabía todo; siendo tan listos, no sé cómo pudieron llegar a pensar que habría
igualdad social tras la muerte de tanta gente; antes de estar de acuerdo con él
prefiero ciertas injusticias sociales”.
Quizá porque es una gran amante de obras de
Ruth Rendell y Agatha Christie, Hannah ha sido elegida para realizar la primera
secuela autorizada del detective Hércules Poirot. “Sabiendo cómo resuelve los
casos, por difíciles que fueran, he pergeñado la investigación más difícil de
resolver que se me ha ocurrido, con infinidad de giros, recovecos…”. Como nunca
se hubiera atrevido a tocar nada cerrado por Agatha, dice con familiaridad, no
ha resucitado al detective (murió en Telón, de un infarto, en 1975) sino que ha
ubicado la acción en 1929, justo en medio de los años en que la autor no
publico ninguna de las 33 novelas y que protagonizó el policía de gran
mostacho. Incluso para preservarlo con toda pureza, ha inventado un policía
nuevo de Scotland Yard que conoce al personaje. Que a pesar de ser lento,
reflexivo, costumbrista, de escasa acción y protagonice historias sin sangre en
directo goce hoy Poirot de una notable vigencia se debe, piensa, “a su
componente de hombre superlisto, que triunfa allí donde se estrellarían otros;
la gente no quiere siempre violencia y manos y pies semienterrados por ahí”. La
novela de Poirot la acabará “en dos o tres días cuando regrese a casa, ya no
queda nada”.
Sometida a un “desgaste emocional tremendo” en
cada novela, de la que la de Poirot no es una excepción, Hannah suele acabar en
cama al terminar una. La próxima que llegará a España será Lasting damage,
donde una persona, buscando una casa que comprar por internet, descubre un
cadáver en una de las imágenes promocionales del inmueble. Retorcido,
inquietante. Y lo cuenta con esa cara bonachona… Sí, cierto: nadie es nunca
quien parece ser.